Una docente, escritora e investigadora de la Royal Holloway Universidad de Londres, vivió durante dos años en una carpa porque su sueldo como académica no le alcanzaba para alquilar una vivienda digna.
Se trata de Aimeé Lê, una joven profesora que decidió vivir al aire libre como último recurso cuando se enfrentó a un fuerte aumento de alquiler en el tercer año de su doctorado y se dio cuenta de que no podría pagar los gastos de una vivienda.
Cuando tomó la decisión de irse a vivir a una carpa, guardó sus libros en la oficina de posgrado para que no se dañaran y comenzó a ducharse en la universidad. No quiso contarles nada a sus padres para no preocuparlos y, en cambio, les dijo que se estaba quedando en una granja ecológica.
También guardó absoluto silencio en la universidad por temor a dañar su reputación profesional si alguien llegaba a enterarse de que no tenía hogar. Sin embargo, a pesar de sus precarias condiciones de vida, Lê trabajaba a nivel muy alto y estaba increíblemente concentrada. Era como una doble vida.
“Hacía frío. Era una pequeña tienda de campaña para una sola persona que, por suerte, al rato se hacía más cálida. Pero hubo días en lo que me desperté y mi carpa estaba cubierta de nieve. Cuando no estaba haciendo mi doctorado y otro trabajo, estaba aprendiendo a cortar leña o a encender un fuego”, recuerda de sus dos años como acampante.
La historia de Aimée se hizo conocida hace pocos días a través de Twitter. El crudo relato acompaña un reclamo del sindicato de académicos, que abarca a docentes, investigadores y demás trabajadores del área universitaria en el Reino Unido. El ejemplo de Lê sirve para apoyar la denuncia que dice que la mayoría de los trabajadores están contratados de manera precaria.
La nueva vida de Aimeé Lê
En diálogo con The Guardian, la norteamericana de familia vietnamita, dijo que nunca se animó a contarle a nadie acerca de su precaria situación: “Cuando mis estudiantes me preguntaron por la situación del mercado laboral, les advertí que los ingresos eran bajos y las contrataciones muy malas, pero pensé que decirles que vivía en una carpa era un paso demasiado lejos”.
Pero, por ser una estudiante internacional tuvo que pagar ocho mil libras por año en cuotas de la universidad. Y a esto debía sumarle los gastos de alquiler, comida y demás. Al principio, los números cerraban, aunque luego cuando el alquiler aumentó, Lê se dio cuenta de que no iba a poder seguir pagándolo y fue ahí cuando decidió encontrar una forma alternativa de vivir allí: le pidió prestada una carpa a un amigo y salió al aire libre para hallar su lugar en el mundo.
Lê admitió que al principio “estaba realmente asustada”, aunque luego encontró un lugar medianamente seguro para instalarse: “Descubrí que había un campamento de protesta cerca del campus, así que aparecí con mi carpa y pregunté si podía quedarme allí para no estar sola. Ese fue el comienzo de mis siguientes dos años”.
Mientras vivía en la carpa, esperaba la “recompensa de la estabilidad” después de su doctorado. Sabía que aún podría terminar aceptando algunos contratos a corto plazo, pero pensó que se superpondrían y nunca más tendría que preocuparse por una vivienda segura.
Hoy Lê siente que tal optimismo estaba fuera de lugar. Obtuvo su doctorado en 2018 fue tutora de escolares y trabajó en un jardín botánico para llegar a fin de mes antes de obtener dos años con un contrato de plazo fijo enseñando escritura creativa en la Universidad de Exeter. Ahora vive con sus padres y vuelve a buscar trabajo.
“No sé qué va a pasar. He tenido muchas entrevistas, incluida una en Cambridge recientemente, pero comencé a buscar en abril cuando todavía tenía empleo. Me siento muy nerviosa. Para ser honesta, todavía no sé qué va a ser de mi futuro. La ironía es que creo que estoy muy bien adaptada al trabajo. Sé que soy una buena docente. Es mi vocación”.