Esta semana, la Afrodita de Hamilton volvió al mundo después de más de 70 años en las sombras.
Los conocedores sobre escultura clásica se encendieron al saberlo. La estatua romana de mármol de casi dos metros de estatura que data del siglo I después de Cristo era considerado un símbolo del Eros imperial en la pose típica de las diosas del amor del período, su mano izquierda deslizada sobre el pubis, su mirada en la nada, el dogma de la belleza del mundo antiguo. Su nombre se debía a su célebre segundo propietario, Douglas, duque de Hamilton, que la trasladó a su palacio en Lanarkshire, Escocia, tras adquirirla en 1776 a Gavin Hamilton, un conocido pintor y marchand de la realeza inglesa en Roma. La Afrodita era famosa por ser una pieza elusiva, referenciada en viejas fotografías, en pinturas y cartas, pero jamás había ingresado a un museo, una exhibición. Siempre había sido un premio privado. Y esta vez, estaba a la venta.
Sotheby’s, la prestigiosa casa londinense, ofreció la obra en subasta este martes último por la tarde tras exhibirla cuatro días en su galería. Su sitio web anunciaba un estimado bajo de dos a tres millones de libras esterlinas. Se fue por mucho más: el número final de venta fue de 18,5 libras esterlinas, 24,5 millones de dólares, el mayor precio para un mármol antiguo en la historia. El sitio Art News detalló una puja feroz, con cinco ofertantes que combatieron desde Asia con sus cuentas bancarias durante 20 minutos. El nombre del nuevo propietario de Afrodita se mantiene en secreto.
En el catálogo de oferta, Sotheby’s detalló un aspecto básico para convalidar cualquier venta de una obra de arte: su proveniencia, su lista de dueños. La larga lista de herederos del duque de Hamilton está mencionada, casi 250 años de primogénitos, hasta que fue vendida ya en el siglo XX a una firma londinense. Allí, Afrodita fue comprada por el magnate William Randolph Hearst, que la mantuvo encerrada en un depósito del Bronx neoyorquino. Luego, Hearst se la vendió al coleccionista Joseph Brummer, que en 1949 se la envió al propietario siguiente.
Dos individuos más integran la lista de Sotheby’s. “Colección privada”, dice. Luego, el heredero de ese coleccionista. Sus nombres no figuran en el catálogo.
Infobae contactó por escrito a fuentes internacionales que intervinieron directamente en la venta para consultar el nombre del dueño final, sin recibir respuesta al cierre de esta nota. La consulta no era simple curiosidad, al contrario. Hay quienes creen que Afrodita salió de Buenos Aires y que su último propietario fue el conde Federico Augusto Zichy Thyssen, nacionalizado argentino, muerto en Buenos Aires en 2014 por una falla renal en el Sanatorio Otamendi, un hombre de una fortuna inmensa.
Zichy Thysseen era la imagen por definición de la clase alta, heredero del conglomerado metalúrgico que lleva su apellido materno, la actual megacorporación ThyssenKrupp AG, que engloba a más de 670 empresas en todo el planeta. August, bisabuelo de Federico, fue quien la fundó hace más de cien años. Por más de un siglo, los Thyssen habían sido los mayores accionistas de la compañía, pero en 1995, el conde convirtió en dinero el eco de su pasado: él y su hermano Claudio vendieron al Commerzbank de Alemania el remanente de su paquete accionario, una jugada que The New York Times estimó en más de mil millones de dólares.
El apellido Zichy-Thyssen, por otra parte, siempre conllevó un problema: su propia historia. Fritz Thyssen, abuelo del conde, fue uno de los financiadores del partido nazi en Alemania en sus primeros años. Hitler hasta lo hizo miembro del Reichstag. Amélie, mujer de Fritz y abuela del conde, fue miembro del partido. Aún así, tras la Noche de los Cuchillos Largos de 1934 en que Hitler ordena un golpe sangriento para decapitar al liderazgo de las brigadas SA, Fritz decidió alejarse.
Con el tiempo, el conde Federico Augusto vino a la Argentina, donde se nacionalizó con campos con caballos árabes, de los que era uno de los mayores criadores del mundo. La estatua, aseguran estas fuentes, se habría erguido durante años en la planta baja de su mansión de la calle Coronel Díaz en Barrio Parque, donde convivió con Rachel Román Núñez, su última esposa, a quien conoció en República Dominicana, de donde es oriunda.
Que la posibilidad de que haya sido trasladada a Londres para ser vendida despierta ciertas alarmas. La muerte del conde ciertamente disparó una guerra. Sus seis hijos y su viuda se enfrentaron en una pugna por la sucesión que dura hasta hoy en el Juzgado Civil N°93 de la Capital Federal. En su testamento original, impugnado desde varios frentes, el conde dejó a su viuda su casa de Barrio Parque y todo lo que había adentro. Y en el expediente de la sucesión, una Venus romana del Siglo I está mencionada entre sus posesiones, precisamente en la casa de Barrio Parque. Su viuda lo reconoció ella misma a través de su ex abogado en un documento presentado en Tribunales en agosto de 2017.
Testigos que frecuentaron la casa hablan de la Venus de la mansión, se maravillaron ante el parecido al ver la foto en el sitio de la casa de subastas internacional. Otra fuente aportó la imagen de la estatua que ilustra esta nota y que está atribuida a la que fue propiedad del conde. El parecido con la estatua subastada con Sotheby’s es significativo: tiene las mismas marcas de rajadura en el cuello con refacciones que datan del siglo XVIII, la misma grieta circular en una de sus rodillas, los mismos desniveles y muescas en la plataforma de mármol. Si es una copia de la Afrodita de Hamilton -una estatua que nunca fue exhibida al público, que no es precisamente el David de Michelangelo-, entonces fue copiada hasta en sus fallas. Los revestimientos en la foto concuerdan con los de la planta baja de la casa de Zichy Thyssen, la cual visité en 2015 para entrevistar a su viuda, que aseguraba tenerle pavor a los hijos del conde.
Entonces, la pregunta es obvia: ¿estamos hablando de la misma Afrodita? Diversas fuentes centrales en el trámite del expediente de la sucesión fueron consultadas sobre la posible venta. Todos negaron saber de la situación. “Me sorprende, y más con tanta guita”, admite uno, muy cercano a un grupo de los hijos del conde. “De la estatua, nada”, se encoje de hombros otro: “Además, la cantidad de permisos que necesitás. Primero, el acuerdo de todos los herederos, ya que la Venus del conde figuraba como legado, que fue disputado. Tasas aduaneras, pasar por el Ministerio de Cultura, contratar al transportista que la lleve a Londres de manera profesional, que el acuerdo con Sotheby’s esté adjunto al expediente”.
Otro, más complotista, dice: “Si hubo un acuerdo extrajudicial y la sacaron por el costado, entonces, van a rodar un par de cabezas”.
El expediente por la sucesión y sus múltiples incidentes paralelos por diferentes motivos incluyen decenas de comunicaciones vía cédula. Cualquier decisión tomada debe ser consensuada entre las partes, con un albacea designado para gestionar la sucesión, el abogado Diego López Ugolini, que reemplaza a su padre, Jorge, fallecido durante el proceso. Meses atrás, una hija del conde vendió un reloj Patek Phillippe en 50 mil dólares para pagar 4 millones de pesos en cuentas atrasadas. Tuvo que notificar que había recibido una oferta, adjuntar facturas. Infobae relevó los diversos expedientes, cientos de documentos fueron analizados. Pero de la venta de la Venus del conde, de un potencial negocio de 24, 5 millones de dólares, no se encontró nada. Al menos, no entre el material públicamente disponible.
La viuda tiene su abogado, Esteban Mazzinghi, que no regresó los diversos llamados y mensajes a lo largo del jueves. Lo mismo ocurrió con las consultas realizadas por el tema al Ministerio de Cultura de la Nación. Por otra parte, hay otra cuestión curiosa: nadie, de todos los consultados, niega la venta, o dice dónde está la Venus. Por lo pronto, no está en la mansión de Barrio Parque. El lugar está en obra hace meses, con 24 baldes de revestimiento en su hall de entrada y tablones entre el polvo. El lugar fue vaciado y las ventanas se encuentran tapiadas con láminas de durlock. Ya no está esa imagen señorial. La señora Rachel ya no vive allí.
Así y todo, hay una historia con la Venus del conde que demuestra el sentido de oportunidad de quienes se disputan la herencia de Zichy Thyssen, tras su muerte envuelta en controversias. Es decir, no eran tontos ni ignorantes. Sabían lo que tenían y la ganancia que podía generar. La historia data de 2017, con documentos que constan en la Justicia y que son reproducidos en esta nota. Tiene un protagonista, un empresario vinculado a Mauricio Macri: Eduardo Cohen Watkins.
El 30 de agosto de ese año, López padre, el entonces albacea, cumplió en informar al juez del expediente que Cohen Watkins había realizado una oferta por la estatua del conde. “Venus en mármol romana, Siglo I° AC, Siglo I° DC”, dijo en su documento. Allí, puso a consideración de todas las partes la oferta. Adjuntó la nota de Cohen Watkins. Ofrecía 1,2 millones de dólares. Sorprendentemente, no solo ofertó el dinero por la Afrodita, sino también por un retrato de un caballero atribuido a Jacometto Veneziano, un maestro italiano del siglo XV.
La oferta, según el documento, valía por 30 días. La forma de pago debía ser convenida por el Tribunal. La operación, también, estaba supeditada al otorgamiento del Ministerio de Cultura de la Nación para exportar las obras. No mencionaba, precisamente, un fin de venta. Tal vez las quería mudar fuera del país. Luego, Cohen Watkins firmó. No discriminaba cuánto ofrecía por cada obra. Un precio combo, y ya.
Federico Julián Ladislao y Alejandro Augusto contestaron el oficio. Curiosamente, no se opusieron a la oferta de Cohen Watkins. Al menos, dos herederos decían que sí. Gabriel, Marlene y Marcia, otros tres hijos, representados por otro abogado, respondieron que “esta parte nada tiene que observar con respecto al pedido de audiencia a los fines propuestos por el albacea, sin perjuicio que desde ya se solicita a V.S. se autorice a esta parte a tasar los cuadros que se mencionan con anterioridad a la audiencia que se fije”. Al parecer, tenían curiosidad.
La viuda, con la Venus en la casa de Barrio Parque, fue mucho más terminante. Dijo que no.
Citó el testamento del conde, rubricado en 2012, en la que Zichy Thyssen le legaba “el inmueble sito en la calle Coronel Díaz 2870 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y todo el mobiliario y obras de arte que se encuentre en el inmueble”.
La chanche de un martillo en Sotheby’s u otra casa de subastas similar también está presente. “Al margen de que mi parte se opone terminantemente a que se vacíe y desvirtúe el contenido de los legados realizados por el causante, es absurdo que no exista en autos un informe autorizado y serio sobre el valor aproximado de las obras de arte aludidas en la oferta, y una especificación sobre el valor que podría obtenerse por ellas en la Argentina y en el exterior (Nueva York o Londres)”, dijo el entonces abogado de Rachel. Sabrían que obtendrían mucho más que lo que ofrecía Cohen Watkins.
Claudia Caroline Zichy, otra de las hijas del conde, recordó que el testamento estaba impugnado y que estaba prohibido innovar en los bienes de la sucesión tras una medida cautelar que regía desde marzo de 2015. La plata también le parecía poca. Recordó la subasta de la Venus de Jenkins, un mármol similar a la Venus de Hamilton, vendida por 8 millones de libras en Christie’s en 2002.
Cohen Watkins, supuestamente, no perdió el interés. Habría contactado a fuentes cercanas a la sucesión en los últimos tiempos por la Venus del conde. La última, en la víspera de la subasta de Sotheby’s.