Días atrás, en una charla reservada, un emisario del PRO porteño estuvo sondeando la realidad sanjuanina, recogiendo impresiones sobre Marcelo Orrego, a todas luces señalado como el futuro candidato a gobernador y articulador de Juntos por el Cambio en la provincia. El santaluceño es un dirigente ‘prestado’, porque proviene de un partido diferente, Producción y Trabajo. Sin embargo, les resuelve un problema enorme.
Si el macrismo o el larretismo dependieran exclusivamente de sus afiliados para armar políticamente en San Juan, se encontrarían en serios inconvenientes. Por las diferencias intestinas del PRO, coexisten tres grupos bien diferenciados, hoy irreconciliables. Y falta todavía una bomba que está a punto de explotar. Como si fuera el signo de los tiempos que corren, otra vez todo terminaría en la Justicia.
Frente a este desaguisado, Orrego se presenta como garante de la organización. Con PRO o sin PRO, hay Juntos por el Cambio. Producción y Trabajo vertebra el espacio, hilvanando al macrismo orgánico, a los radicales y a los lilitos, además de fuerzas provinciales como ACTUAR y Dignidad Ciudadana.
El PRO sanjuanino estuvo en la génesis. Fue uno de los cinco primeros conformados en distintas provincias para permitirle a Mauricio Macri tener su propia herramienta electoral por fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dicho de otro modo, San Juan contribuyó para que el macrismo se pudiera nacionalizar.
Aquel grupo original convivió durante algunos años desde 2005 en adelante. Pero terminó rompiéndose al menos en tres partes, como ya se dijo. Con el sello partidario se quedó el exdiputado nacional Eduardo Cáceres. A su lado siempre estuvo Enzo Cornejo, quien heredó el cargo de presidente del PRO en San Juan.
Salieron eyectados otros dirigentes importantes y fundadores, como Hugo Ramírez, luego acogidos en Consenso Ischigualasto. Aquí también se ubicaron referentes como el exapoderado del PRO, Fernando Patinella, y el exfuncionario del Ministerio de Trabajo de Nación, Fabricio Fachinetti.
En medio de ambos sectores quedó otro subgrupo, con acento femenino: la vicepresidenta del PRO, Gimena Martinazzo, y la exconcejal y actual vocal del partido, Eugenia Raverta. La rawsina enfrentó a Cáceres en la Justicia en una causa por presunta violencia de género, pero también encaró a Cornejo por cuestiones internas, incluso denunciando irregularidades administrativas.
Raverta acusó a Cornejo por la no rendición de fondos que ella aportó para la campaña legislativa de 2017. Junto a Martinazzo mantuvieron el contacto con la conducción nacional del PRO, en la figura de Patricia Bullrich. Desde Buenos Aires claramente decidieron mantenerse al margen de las rencillas domésticas sanjuaninas. En otros términos, ‘que se arreglen entre ellos’.
Lejos de haber encontrado un cauce de negociación, las tensiones siguieron escalando. El pasado 11 de agosto Martinazzo y Raverta le hicieron llegar a Cornejo una carta documento por una formalidad. Lo emplazaron para que en 72 horas diga por qué no convocó hace más de un año a ninguna asamblea de la comisión directiva del partido, contrariando la carta orgánica. Y si realizó alguna de estas reuniones, por qué ellas no fueron invitadas, tratándose de autoridades en ambos casos.
La carta doumento podría ser anecdótica. Por supuesto Cornejo no les contestó. Pero, como es sabido, una carta documento es apenas el primer paso necesario para dar el siguiente, que es ir a la Justicia. En los próximos días, posiblemente esta semana, Martinazzo y Raverta acudirán a los Tribunales Federales para pedir la declaración de acefalía y detonar la intervención. En la práctica, esto es sacarlo a Cornejo por la fuerza.