“Julieta no está emocionalmente preparada para afrontar el juicio. Está entera pero no preparada para afrontarlo”, dijo el padre, Oscar, al comienzo de la declaración. Fue el primer testigo en la segunda jornada de debate del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa. Contó, además, que los meses que siguieron al crimen, ocurrido el 18 de enero de 2020, su hija estuvo recluida en su habitación. De a poco y con tratamiento psicológico, Julieta está saliendo adelante. El cuadro, se sugirió en el debate, es de estrés post traumático. La carrera de Derecho, en la que se había anotado junto a Fernando, por lo pronto está en suspenso.
La familia Rossi había alquilado una casa en Pinamar y había invitado a Fernando a que pasara la última semana de enero con ellos. Fernando se negó, dijo que ya había sido suficiente dos semanas con amigos y que prefería volver a su casa. Su suegro se ofreció a llevarlo de regreso a Buenos Aires. La última vez que vio a su hija y su novio, fue la noche del 16, cuando les acercó una caja con comida, de regalo para el grupo de amigos. “Y en el transcurso de la madrugada escucho que me sonaba el teléfono. Me despierto y había infinidad de llamados de mi hija. ‘Papá, dónde estas por favor venite a Gesell porque Fer esta en hospital y yo en la Fiscalía”, dijo Oscar. En el camino a Gesell supieron que Fernando había muerto.
“No le deseo a nadie ver lo que yo vi en el cuerpo de Fernando… Ni al al peor animal en el medio del campo. No le deseo a nadie ver a Fernando acostado esperando que lo ingresen a un cajón. Nos volvimos a Buenos Aires con el cuerpo de Fern en un cajón”, agregó Rossi en su declaración.
VDM/
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