Y aunque la emoción de aquel domingo único de diciembre sea irrepetible, un sentimiento de legítimo orgullo debería recorrer por estas horas los cuerpos de los millones de hinchas argentinos que lloraron y celebraron la gran consagración mundial. La fría, circunspecta y muchas veces turbia FIFA, la multinacional del fútbol, una de las unidades de negocios más grandes del mundo, también reconoció la pasión desbordante que llenó los estadios en Qatar y las calles de la Argentina y de muchas ciudades del planeta. Ese mismo planeta que admira y celebra la manera en la que los argentinos nos relacionamos con este juego que forma parte de nuestra cultura.

Todo eso, la calidad de nuestros jugadores y entrenadores y el fervor de nuestra gente fue reconocido por la FIFA. El fútbol de un país entero nunca ha sido tan distinguido como lo fue ahora el fútbol argentino. Los premios que alzaron Messi, Dibu Martínez, Lionel Scaloni y el legendario “Tula” en nombre de los hinchas ratificaron lo que ya se sabía pero no está de más recordar: no hay nada más grande que ganar un Mundial. Mucho más si se lo hace dos veces como lo hizo la Argentina: primero en Qatar y ahora en la glamorosa París.