Le llevó tiempo para convencerse, pero el gobierno ya tiene claro que el sistema electoral más apto para garantizar la participación y custodiar sus intereses políticos es una ley de lemas. Aunque no lo haya dicho oficialmente ni haya una voz que lo pronuncie, eso es lo que empieza a tener color.
Tecnicismo, al fin, pero campo abierto para la especulación en terreno político. Pero hasta ahora, con el fallo que corrigió el pronunciamiento de la jueza Tettamanti –quien había avalado la queja de los diputados giojistas por la sesión en la que se eliminaron las Paso-, el sistema imperante hoy sería liso y llano: cada partidito con su candidatito y que cada uno se arregle puertas adentro como pueda.
Aunque parezca extraño, esa fórmula tiene sus defensores en el interior del oficialismo, bajo el argumento de que el obstáculo de internas destruiría más que a nadie a la pretendida unidad opositora. Pierde de vista que también atacaría duro a la línea de flotación del oficialismo provincial, como es la búsqueda de la unidad.
Con un ingrediente principal que esa línea no parece percibir: que no se trata de un acuerdo de cúpulas, sino de abastecer con estímulos al electorado. Y el electorado del campo peronista aparece bien disperso, de tal modo que ni siquiera un acuerdo de cúpulas puede remendar. Como sí ocurre en la oposición, donde las diferencias políticas no parecen ser tan grandes como sí lo son las de aspiraciones personales. Y hay combustible para la épica: derrotar al peronismo.
Pero pasado el tiempo de decantación, los movimientos en el terreno del oficialismo denotan que ya no hay dudas de que el camino no es ese -fogoneado por importantes e influyentes concejeros internos- sino el de ampliar generosamente la base con una ley de lemas.
Responde a una ecuación sencilla de formular: es el único sistema político que permite sumar al que gana el 100% de los electores que votaron por otra opción interna, porque se vota todo el mismo día. Cosa que con las Paso no ocurre: la competencia es en convocatorias diferentes, por lo que los perdedores en la primera instancia terminan desinflándose para la segunda, cuando no jugando en contra.
Por lo tanto, y bien leído el contexto político en el que se encuentra y la propia fragmentación no representada en cúpulas dirigenciales, es el sistema que permite al oficialismo presentarse lo más competitivo posible para todos los cargos en juego.
Paralelamente, el paso del tiempo también parece haber impactado en el frente interno más fuerte del oficialismo, como es el giojismo. Que es el litigante en la justicia contra la eliminación de las Paso impulsada por el gobierno, y a la vez la puerta de entrada en Diputados para cualquier modificación en el sistema. Que termine beneficiando a ambos, nada menor.
Lo que operó en el medio es que fue cayendo la ficha en el giojismo que cualquier derrota electoral a nivel provincial que termine devolviendo al llano al PJ luego de décadas, también será una bomba que dañará seriamente a su propio engranaje político: también ellos volverían al llano, donde se siente el frío.
Entonces, el mal menor comienza a ser respaldar un nuevo sistema que los devuelva competitivos. Y allí es donde comienza a no resultar extraño que la fuerza que litiga en Tribunales para la devolución del sistema de Paso, sea la misma que abra la puerta a una nueva ley de Lemas.
Ya empezaron a verse las señales con Juan Carlos Gioja. Inmediatamente después de despotricar contra la Cámara que revirtió el fallo a favor de las pretensiones del giojismo, el ex intendente de Rawson argumentó que la ley de lemas es lo único que les garantiza participación total. Y el que gana, gana.
No le falta la razón. Se trata de un sistema en el que no deben pedir permiso a nadie para presentarse, hacerlo en los municipios que quieran, y jugar una ficha también a gobernador. Se sienten con chances en varios lados, y lo único que exigen es garantía de participación. La mejor garantía es una ley de lemas (se llamaría Lepa, con p de participación): el que gana –así sea por un solo voto- se lleva todo bajo un sistema institucional, lejos de la manipulación de las internas en favor de las conducciones.
Pero del dicho al hecho hay un largo trecho. Este primer aval giojista está lejos de ser una certeza, faltan muchos bordados sin terminar. El más importante, el político: cicatrizar las heridas más gruesas de la batalla, alcanzar un acuerdo y recrear confianza.
Luego, el gobierno debería encontrar lo que busca: una manera de presentar el sistema sin recibir demasiado desgaste. Cuando lo haga, tendrá la certeza sobre si cuenta o no con los votos del giojismo que son vitales para aprobar cualquier nuevo sistema electoral. Se requieren dos tercios, es decir 24 legisladores, y el oficialismo sin los giojistas tiene 23.
Antes –o en el mismo momento, según especula el sector del gobierno que impulsa la nueva ley-, se deberá eliminar la ley que establece que no se puede aprobar un sistema antes de los 18 meses de la elección. Derogada la ley, no habría impedimentos legales, estiman en el laboratorio jurídico que se va armando.
La decisión va tomando color, ya casi cocinada. El camino, largo y no exento de tropezones. Recién después, a hablar de candidatos.