(A María Antonia Deolinda Correa)
Una muchachita es casi una niña,
acuna en sus brazos una nueva vida
con las ropas rojas la vieron que iba,
desde aquel ranchito de LA MAJADITA.
Es la mala suerte acecha escondida
entre fieras fauces de aquella partida
la que busca fuerzas para la guerrilla
cuando la pobreza se sangra en heridas.
De hijos a nietos se le transmitían
dicha y desgracias de aquellas familias
sin los documentos que lo certifican
porque no se usaban, y ni falta hacían.
Luchas sangrientas entre las provincias
mi San Juan entonces no era eximida
el viejo Don. Pedro muere, y si peligra
esa gran fortuna que era su familia.
En huella de tierra, en donde termina
en el paso estrecho, hacia la otra orilla
una balsa espera, de tiento y varillas
traspasa las aguas llevando a la niña.
Siguiendo los pasos de aquella partida
detrás de aquel hombre que tanto quería
cruzara el desierto en calos y espinas
traspasando apenas esa serranía.
Se le han agotado ya sus energías,
las reservas de agua estaban vacías
en un algarrobo que del sol la abriga
bajo de su sombra se cae de rodillas.
Al hijo pequeño al pecho lo arrima
y le pide a Dios protección y guía
duerme el sueño eterno esa madre niña
amamanta al niño con néctar de vida.
Prueba del milagro dela difuntita
que en el vallecito se quedó dormida
en la fe de todos al nacer del día
ella da el consuelo, la paz concebida.
Y en esa promesa que será cumplida
pedimos a Dios y a la difuntita
desde allí proteja a cada familia
esa niña madre, que hoy llaman DEOLINDA
Narciso A Martin Molina