Hace dos semanas, la Armada brasileña había anunciado que estaba amarrando el antiguo navío en un punto del océano Atlántico, a 315 kilómetros de la costa del país. Sin embargo, aclaró que no autorizaría su regreso a un puerto ni a aguas territoriales de Brasil.
En ese sentido, las autoridades decidieron hundir el navío ya que era “el único proceder posible”. “Ante el riesgo que implica el remolque y en virtud del deterioro de las condiciones de flotabilidad (…) el único proceder posible es abandonar el casco mediante un hundimiento planeado y controlado”, explicaron la noche del miércoles en un comunicado conjunto la Marina y el Ministerio de Defensa de Brasil. Además, detallaron que “un hundimiento espontáneo” era inevitable.
Sumado a esto, la Marina informó que la empresa responsable del barco no tomó las medidas necesarias para obtener la autorización para remolcarlo a puerto, donde se intentaría reparar los graves daños que amenazan su capacidad de permanecer a flote.
La decisión generó polémica debido al impacto negativo que puede tener en el medioambiente el procedimiento. Según varias organizaciones ambientales, la vieja embarcación de 266 metros de eslora está llena de amianto, pinturas y otros desechos tóxicos.
Por ese motivo, distintas ONG manifestaron su temor de que Brasil cometa “un gran crimen ambiental en el mar”. En esa línea, la asociación Robin des Bois describió a la vieja embarcación como “un paquete tóxico de 30.000 toneladas”.
El comunicado de la Marina fue divulgado un día después de que la Fiscalía intentara impedir jurídicamente el hundimiento del barco debido al impacto negativo en el ambiente y en la salud pública que generarían las diez toneladas de amianto presentes en el buque. Sin embargo, su pedido fue negado este miércoles por un tribunal del estado de Pernambuco.
Problemas técnicos y accidentes: la historia y el estado del “Foch”
El portaaviones fue construido en los ’50 en Saint-Nazaire, en el oeste de Francia, y durante 37 años estuvo al servicio de la Armada francesa. El buque era capaz de catapultar aviones de 12 a 15 toneladas a una velocidad de despegue de 278 kilómetros por hora. Además, formó parte de los primeros ensayos nucleares franceses en el Pacífico en la década de 1960, y en operaciones en África, Medio Oriente y la extinta Yugoslavia entre los 70 y los 90.
Rebautizado desde que enarbola la bandera brasileña como “São Paulo“, la embarcación estuvo más tiempo en puerto que en alta mar. En total, solo navegó 85.334 kilómetros durante 206 días de operación en quince años. Debido a su antigüedad, problemas técnicos y algunos accidentes, en especial un incendio con víctimas ocurrido en 2005, el gobierno decidió deshacerse de él. Asimismo, el costo de modernización era demasiado alto.
En abril de 2021, el astillero turco Sok Denizcilik lo compró para desguace y en junio de 2022 obtuvo el permiso de las autoridades brasileñas para llevar a cabo la operación. Sin embargo, a finales de agosto y cuando se encontraba a la altura del estrecho de Gibraltar, las autoridades ambientales turcas comunicaron que ya no era bienvenido. Por este motivo, tuvo que volver a Brasil, donde se le prohibió el ingreso a un puerto o a aguas territoriales.