Consiste en un escudo metálico, que puede llevar las iniciales de su dueño o la marca del estanciero, como así también el cincelado de una flor, caballo u otro motivo criollo.
Casi siempre de forma circular, acorazonada u ovalada, macizo o calado, ubicado en la parte delantera central, sujeta por medio de cadenas que surgen del centro un cinturón ancho de cuero, adornado con apliques de metal, o también con monedas de la época, como por ejemplo los patacones, hechos de oro, plata u otros materiales, según el poder económico de su dueño.
El tirador es una parte del atuendo tradicional del gaucho. Consiste en una lonja de cuero, a veces sobada o curtida, según el gusto del dueño. El cuero usado es generalmente de vaca, aunque puede ser también de nutria, chivo, potro o carpincho.
Suelen encontrarse innumerables adornos personalizados como trenzados [trenza patria (de nueve tientos), canasta, trenza novicia, de uno por uno, gardeñadas, entre otras], ribetes, botones, tientos lonjeados, volados, solapas, bolsillos, costuras de tiento, dependiendo la cultura regionalista y la moda del momento.
Se ceñía a la cintura unido con un tiento de cuero, casi siempre sobrepuesto a la faja.
Sus funciones eran las del actual cinto, tales como la de sostener el chiripá la bombacha, el arma (facón, boleadora, caronero, verijero, etc), los patacones, etc
La indumentaria del gaucho se complementaba a menudo con otro lujo: la rasstra, adminículo que servía para cerrar el cinto con que el paisano sujetaba el
conjunto de calzón y chiripá a su cintura.
Por lo general, estaba confeccionada en chapa de plata de variadas formas y adornos; comúnmente, el adorno consistía en la marca de la estancia del poseedor, cuando se trataba de un estanciero ; o cualquier otro motivo criollo.
Hubo rastras que eran verdaderas joyas, obras de grandes plateros.
En los paisanos pudientes, este tirador estaba adornado con patacones y otras monedas
de valor.
Buenos Aires tuvo grandes artífices en el cincelado de la plata y el oro, como Serantes, Castillo y Machado.
La rastra propiamente dicha, el paisano la sujeta al cinto o tirador por medio de
monedas, botones o patacones de plata unidas a ella por chapones o cadenas.
Los más pobres que no podían darse el lujo de poseer una rastra, solían sujetar
el tirador con un simple tiento con un botón en su extremo, o en su defecto,
un simple nudo.
Eso se verá con más claridad a la hora de hablar del cuchillo verijero.
Este conjunto de cinto y rastra sujetaba todo junto con la faja.
El chiripá no tiene bolsillos y muy a menudo el paisano no poseía la chaqueta
o saco, que sí los tiene.
Por eso, el tirador (que es un cinto ancho de cuero
curtido), por lo general tenía bolsillos del lado de adentro o de afuera y allí el gaucho guardaba el dinero.
La verdad, no era necesario que
ese bolsillo fuera grande, no había mucho que guardar; pero eso sí, lo usaba con soltura y gracia.
El criollo apreciaba poco el dinero.
Ya Félix de Azara, aquel gran observador, decía:
“(…) aprecian poco el dinero (…) No beben vino sino aguardiente y es su costumbre llenar un vaso grande y convidar a los presentes, pasándolo de mano en mano y repitiendo hasta que se finaliza el dinero del convidante, tomando a desatención el no beber siendo convidado”.
Es comprensible esa forma de ser del paisano, sueño del infi nito que era esa pampa interminable que recorría a su albedrío y que le proporcionaba todo lo
que él necesitaba para vivir.
Su ingenio y su destreza en las armas le permitieron vestirse, comer y refugiarse; la tierra y el agua y el cuero le dieron
habitación que techaba con paja.
La cruza con razas que venían de lugares de existencia ardua, les inculcó cierto concepto del ahorro, pero no mucho.
Eso explica la desaparición de grandes fortunas.
Aunque se vistió como pudo, el gaucho siempre cuidó sus prendas Hace ya algunas décadas don Orlando Vera Cruz, guitarrero y cantor, gran compositor, fue molestado en alguna ciudad de Santa Fe por lucir sus prendas gauchas.
Esto motivó seguramente su respuesta en su momento, pues ese paisano tiene su carácter, y además escribió el famoso tema musical de raíz folklórica “Pilchas Gauchas”.
Siempre es bueno recordar que desde que se empezó a escribir sobre el gaucho, la palabra gaucho, paisano y criollo a pesar que sus significados son diferentes, se emplean como sinónimos y esto pasa también con las ropas que usa, por eso aparece la expresión traje gaucho, ropa criolla, vestido de paisano, etc.
El gaucho siempre se vistió como pudo, esta dura verdad tira por el suelo mucho de lo escrito al respecto. El viejo refrán:
“No hay prenda que no se parezca al dueño”
es perfecto para el gaucho.Las joyas más importantes que la humanidad ha tenido probablemente sean las coronas que han usado y usan los reyes. Pues bien, para el gaucho es la rastra, la prenda más representativa y distinguida del atuendo gauchesco. Se llama rastra, a la rastra en sí y a su tirador.
De los griegos, egipcios, romanos y otros pueblos de la antigüedad se pueden ver en museos prendas casi idénticas a muestras rastras, pero no tan grandes y bellas.
Las monedas prendidas al tirador que rodea la cintura suelen ser abundantes, en algunos casos se le agrega más cuero al tirador para poner más monedas que le dan un aire de escamas o malla.
La rastra en sí es la alegría de los orfebres, museólogos, plateros y amantes de las joyas.La mayoría de los gauchos de ayer y de los que quedan siempre han sido pobres, por lo que la rastra ha sido para algunas familias campesinas casi una prenda de culto.
Cuanto más nos alejamos de las grandes ciudades y rutas asfaltadas, solemos encontrarnos con sorpresas con ciertos paisanos que tienen todavía algo de los caballeros de la Edad Media.
La libertad del gaucho se reflejaba en su extravagante atuendo, y la rastra que tiene tanta abundancia metálica, tanto argento, tanta argentinidad, es acaso la prenda más informadora de la condición de caballero que el gaucho tuvo; el antiguo español, especialmente el conquistador, le dejó la herencia de aquellos caballeros de los tiempos de la Edad Media. El facón cruzado por detrás en la cintura completa esta imagen inigualable.
La unión faja-rastra con todos estos méritos expresados y dejamos muchos sin mencionar, debe ceñir holgadas telas, como el calzoncillo y el chiripá o bombachas como usaba don Jorge Cafrune. Lamentablemente hemos llegado al extremo de que las cañas de las botas suelen ser más anchas que las bombachas que se usan.
Eso no puede ser, las antiguas casas históricas que todavía hacen bombachas, las hacen con los mismos moldes de ayer, ademas siempre ha habido modistas y gente que sabe hacerlas caseramente.Así como un sacerdote es sacerdote y se viste en las misas con ropa tan singular, pues así debería hacerlo el auténtico paisano. Hay hombres muy criollos y camperos que jamás usaron el traje gaucho y viceversa, el viceversa es bastante abundante.
Un auténtico paisano de hoy, aunque se presente con un traje urbano por respeto a donde ha ido, no deja de ser criollo por eso, y si se presenta con pilchas gauchas sería mejor, pues son prendas formales.
La naturaleza es formal y le enseña eso a todo ser humano que se forma en ella.La dura realidad hizo que el gaucho se viera obligado a cubrirse y vestirse con un taparrabos; pero el gaucho, siempre libre, siempre digno, siempre “más que hombre” como dijo Don Segundo Sombra, lo convirtió en le taparrabos más grande del mundo, prenda bella que es el chiripá.
Cómo serían las pilchas gauchas que muchos caciques de las tribus libres las usaron.
Y cuando viene cualquier personalidad del mundo en visita oficial, solemos ofrendarles alguna prenda del gaucho con las virtudes y cualidades de calidad, origen e identidad.