Sergio y María Sol se conocieron trabajando y llevan 8 años juntos. Cómo es su inhóspita vida en medio de los cerros sanjuaninos.

Sergio y María Sol, la pareja sanjuanina que vive en medio de la naturaleza, en una zona protegida de Jáchal.

Cuentan que tienen una vista única de las estrellas, que a veces son visitados por pumas y que los despierta el trinar de los pájaros. No tienen Internet y nadie los interrumpe con un llamado telefónico. Su tarea es cuidar animales y cuando las tormentas llegan con fuerza, su casa queda en medio de una laguna. Así viven Sergio Sosa y María Sol Rodríguez, quienes son pareja desde hace 8 años y pasan la mitad de su vida en un lugar privilegiado, en medio de los cerros jachalleros.

Fue el Área Protegida La Ciénaga, el lugar al que hoy llaman hogar, el que los unió. Los dos trabajan para la Secretaría de Ambiente de la provincia. Sergio Sosa, nacido en Iglesia, fue parte de la primera camada que estudió para ser Agente de Conservación. Su destino inicial fue el Parque San Guillermo, en su departamento natal. Después lo trasladaron a Valle Fértil y llegó al paraje de Jáchal hace 16 años, cuando el Área Protegida recién empezaba a crecer. María Sol Rodríguez, por su parte, es de Jáchal e hizo el curso años después, la destinaron a trabajar en La Ciénaga 6 años más tarde que Sergio.

Pero no fue ese el momento en que sus vidas se cruzaron. Es que, el régimen de tareas en el lugar es de 7 días, por 7 de descanso. Y ambos estaban en contra turno. En un momento, por casualidad, sus turnos comenzaron a coincidir y dos años después iniciaron la relación. Ahora, pasan la mitad de su vida en la reserva y la otra mitad, en la casa que comparten en la villa cabecera del departamento.

“Por suerte nos garantizaron que íbamos a seguir juntos en los turnos, de otro modo, no nos veríamos nunca”, dice entre risas María Sol.

El lugar es enorme, parece estar abrazado por los cerros. En el centro hay un camping, dos jaulas enormes y una casita que mantienen junto al resto de agentes del lugar. “Con el tiempo, esto se te hace hábito y este lugar, se transforma en tu casa. Pasás acá los cumpleaños, los feriados, las fiestas, los días más cálidos de verano y los más fríos del invierno. Todo lo que te toca cuando estás en turno. Y es lindo poder compartirlo con la persona a la que elegiste para compartir la vida”, relata Sergio.

Amantes del campo y de las aves, viven rodeados de naturaleza. Entre sus funciones están las de realizar operativos de control en las rutas, el resguardo del predio y el cuidado de los pájaros que se permanecen momentáneamente en las jaulas. “Aquí llegan las aves de los procedimientos de secuestro y rescate que se hace en toda la provincia y quedan en las jaulas voladoras. Tenemos dos, una jaula de aves rapaces y la otra de canoras, y las cuidamos nosotros”, cuenta Sergio.

Ambos coinciden en que lo más complicado en el lugar es la noche. Si bien estar ahí les permite tener un panorama único del cielo sanjuanino, también es demasiado solitario y silencioso. “La noche es un poco brava, porque si no hay algo bueno para ver en la tele, te aburrís. No hay nada más. Y eso te hace pensar mucho. El momento clave es entre las 20, cuando se esconde el Sol y ya no podés hacer nada, y la hora en que te vas a dormir. Pero bueno, todo es cuestión de costumbre”, reflexiona el agente de Conservación.

Y agrega, “te acostumbrás a todo, en realidad. Ya sabemos, por ejemplo, que acá las tormentas son muy fuertes. Cuando llueve arriba, te pasa creciente a los dos lados de la casa y se enlaguna todo alrededor. Sabemos también, que sólo tenemos que esperar que baje el agua. A veces, incluso, te encontrás con pumas caminando atrás o en el frente de la casa. Pero, generalmente, elllos corren antes que nosotros, entonces eso ya tampoco nos altera”.

El renacer de las aves

Más allá de todo eso, lo más impactante del lugar, sin dudas, son las aves, que también encuentran su casa en ese espacio. “Hay gente que no entiende, que la vas a agarrar tres o cuatro veces capturando pájaros. Pero también hay mucha gente que ha tomado conciencia, que tenía pájaros capturados y que los soltó. Gente que ya sabe que no se tiene que llevar las aves”, asegura Sergio sobre la situación en el lugar.

El hombre cuenta que la zona se transformó en zona protegida en 2005, hace casi 20 años. Y que dos años más tarde ya había gente viviendo en el lugar. “Yo llegué poco después y en ese momento, allá por 2010, nos llamaba la atención ver un benteveo o escucharlo. Ahora, das tres pasos y encontrás uno”, celebra.

Y agrega: “Antes, esta era una zona a la que venía gente de todos lados a sacar directamente los nidos. Pero todo cambió y se incrementó notablemente la cantidad de pájaros. La gente de acá considera esta zona como un santuario de aves, por la cantidad que hay. Y realmente es impresionante lo que se ha logrado”.

Para finalizar, Sergio confía que, “pasan los años y no cambiaría esto. Amanecer acá, poder compartir con ella. Esta es nuestra vida”. Mientras, María Sol dice que, “vivimos juntos y trabajamos juntos haciendo lo que nos gusta. Es lo mejor que te puede pasar”.

Fuente: https://www.tiempodesanjuan.com/

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By Diario Gral. Belgrano

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