“Quiero hablar, es el momento. Cuando se conoció la denuncia salieron mil páginas mías, todos los días, pero después de que me sobreseyeron nunca nadie me preguntó qué pasó y cómo fueron mis días de prisión”. Daniel Pitufo Castro abrió la puerta de su casa para recibir a Tiempo de San Juan. Esa misma puerta que no pudo cruzar un tiempo atrás, cuando una falsa denuncia lo condenó socialmente y obligó a estar encerrado por varios meses. El multicampeón de ciclismo y técnico de la Agrupación Virgen de Fátima reveló detalles de la pesadilla que atravesó por un abuso sexual –contra el hijo de su expareja- que nunca cometió.
“Lo que viví fue durísimo, no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Es más, no se lo deseo a ella (expareja), que hoy sería mi peor enemiga. Estar prohibido de la libertad es duro. Todos me decían que tenía que estar tranquilo porque estaba detenido en mi casa, pero no dependía de mí, alguien tenía que hacer trámites por mí y no podía trabajar. Era una situación muy difícil”, confesó el exciclista.
Desde su casa de Albardón, esa que construyó en un terreno que compró en su época dorada de ciclismo y donde viven sus padres y dos hermanos, Daniel contó cómo vivió esa mañana del 28 de mayo cuando la Policía irrumpió de sorpresa en su domicilio. Estaba cortando el pasto cuando se produjo el allanamiento y detención. Sostuvo que, en aquel entonces, su mayor preocupación tenía que ver con sus padres, quienes son diabéticos (su madre no puede caminar y su padre quedó ciego) y no entendían lo que pasaba, muchos lo que se avecinaba.
“Yo salí de mi casa con esposas, y así estaba cada vez que me tocaba ir al Juzgado. Cuando la jueza me notificó, me dijo que me tenían que detener, yo no entendía nada. Me explicaron lo que sucedía, pero yo la noche anterior había estado con mi expareja. No hubo peleas, nada. Todo era muy raro”, comentó
Pitufo pasó de la tranquilidad de su hogar a una celda de 2×2 con un estado de ánimo al borde del colapso. Tenía muchas preguntas, muchas dudas. Pero si de algo estaba convencido era de su inocencia. “Yo nunca tuve problemas con alguien, nunca pisé una celda, una comisaría. Acá somos gente de campo, trabajadora, que se levanta temprano a tomar mate. Lo que viví fue lo más duro de mi vida. Nunca pensé que podía suceder algo así, no lo comprendo hasta el día de hoy”, apuntó.
A los diez días le otorgaron la prisión domiciliaria y si bien pudo reencontrarse con los suyos, tenía prohibido moverse del perímetro de su casa. Para distraerse entrenaba con el rodillo, tomaba mates con sus padres, regaba las plantas de su jardín y hasta veía novelas con su familia. Todo eso lo hacía en el día, ya que por las noches el panorama se volvía un poco oscuro. “Andaba en bici para ver si me entraba el cansancio y me iba a dormir. En cinco meses dormí un par de horas, era imposible conciliar el sueño. Tenía un agotamiento terrible sabiendo que todo era mentira”, dice.
También lloraba. Daniel confesó que para la angustia y llanto lo invadieron cada día de los cinco meses que estuvo encerrado en su casa. “Yo estaba con una pulsera electrónica y no podía moverme para ningún lado. Estaba a la deriva a Dios. Yo sabía que la denuncia en sí era muy grave y que había que comprobar todo eso. Pero fue un proceso largo. Yo estuve primero en una comisaría, con frazadas y comisaría que me mandaba mi familia, y después en mi casa, sin poder hacer nada, por una persona que mintió”
La dura reinserción
Ese mismo día que quedó excarcelado y sobreseído se integró a las filas de la Agrupación Virgen de Fátima, equipo al que llegó 20 años atrás como ciclista y hoy se mantiene como técnico de una de las escuadras más ganadoras del deporte nacional. “Me llamó Carlos Gómez y me dijo que me preparara porque esa tarde viajaba con el equipo. Llegamos a la carrera cuando estaba terminando, pero todos me hicieron sentir bien. Fue algo lindo, pero también triste. Los muchachos estaban contentos y la gente se me acercaba, querían que me sintiera bien”, señaló.
También volvió a sus trabajos en la gomería, a pedalear por las calles de Albardón y su querido Angaco, donde nació y creció: “Trato de ir olvidando las cosas. De a poco me voy acostumbrando a esto, pero igual uno tiene ese cosquilleo por la mirada ajena o algún comentario que puedan hacer. Me va y me viene lo que digan o piensen, pero no es lindo. Ahora solo espero terminar este año de mier… y empezar uno nuevo”.
Del “hizo mucho daño” a “yo no gané nada”
Fue la jueza Gema Guerrero quien lo desligó por completo de la denuncia que pesaba sobre sus hombros, después de que la representante del Ministerio Público realizó una importante tarea para encontrar algo que sustentara la acusación. Sin embargo, pese a las pericias realizadas y los testimonios tomados, no hubo manera de respaldar la denuncia que radicó la madre del menor en cuestión y ahora ex pareja de Castro.
“Es muy grave lo que hizo. Le hizo mucho daño tanto a mí como a mi familia y amigos cercanos. Ella mintió y pasó como si nada. En cambio, yo pasé cinco meses encerrado. Gracias a Dios se pudo resolver y se aclaró que todo era una mentira. Pero a la excarcelación no la tomo como que gané algo, porque en realidad no gané nada. Sigo con la postura de que perdí”, afirmó Pitufo.
Para Castro, el menor implicado en la denuncia también fue víctima. El chico tiene su apellido y si bien no es hijo biológico, el exciclista señaló que lo quiere como si fuese propio. De hecho, habló de poder revincularse a futuro con él: “Espero que Dios me dé muchos años de vida para sentarme con él y explicarle, hacerle ver la realidad, mostrarle los papeles de sobreseimiento. Que él también pida explicaciones de por qué fue toda esta injusticia.