EXODO JUJEÑO 23 DE AGOSTO DE 1812- 22 DE FEBRERO DE 1813

En 1812, Manuel Belgrano se hace cargo del Ejercito del norte, estableciendo su cuartel general en Jujuy, hace bendecir la bandera para el segundo aniversario de la revolución de mayo.

Los españoles avanzaban victoriosos al mando de Goyeneche por el Alto Perú.

La caída de Potosí y de Chuquisaca alarmó a los poblados del norte, y el general tomó una resolución muy difícil.

Dirigió un bando a los ciudadanos de Jujuy el 29 de julio de 1812 que comenzaba con estas palabras que definían su postura acerca del bien común: “Pueblos de la Provincia: Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud.

Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieron y permanecieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno, caballares, mulares y lanares que haya en vuestras estancias, y al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarándoos además si no lo hicieseis traidores a la patria.

Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.

Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo lo deposición de dos testigos.

Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

No espero que haya uno solo que me dé lugar par aponer en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto. Cuartel general de Jujuy 29 de julio de

1812”. Manuel Belgrano.

El bando proseguía con demandas para que tomaran las armas y se prepararan para realizar sacrificios. Era un llamado a la conciencia general: iban a tocarle jornadas aciagas a la ciudad de Jujuy.

En los días posteriores, advertido de la cercanía del ejército enemigo, asumió una delicada decisión: ordenó al pueblo que abandonaran sus hogares, sus haciendas, sus cultivos, sus raíces.

De los tres mil quinientos habitantes, unos mil quinientos partieron con Belgrano rumbo a Tucumán. Aquellos que no lo hicieron, que en su mayoría pertenecía a la clase alta, se escondieron o directamente huyeron, a costa de perder su patrimonio. En mayo de 1810, en Buenos Aires había nacido un nuevo gobierno. Allá lejos en Jujuy, en agosto de 1812, la ciudad de San Salvador era devastada por sus propios habitantes, para sostener los principios del mayo.

El objetivo era que el enemigo no encontrara nada de provecho, solo tierras arrasadas y poblaciones fantasmas.

Los bandos publicados por Belgrano enfurecieron a los jefes realistas. Pocos podrían haberse animando a tanto.

Marcharon los jujeños hacia un destino incierto, en medio de un inclemente frío invernal.

Eustaquio Díaz Vélez fue el oficial que quedó a cargo de la retaguardia, cubriendo la salida del pueblo y del ejército del Norte. Belgrano se llevó hasta los documentos y papeles de gobierno de Jujuy.

La última columna partió el 24 de agosto a las tres de la mañana, con el enemigo

pisándole los talones.

A las seis de la tarde, el coronel realista Ángel de Huici, al mando de trescientos hombres, ingresó a la ciudad. Esa noche escribió a su superior, Pío Tristán: “No he encontrado en ella más que cuatro o cinco vecinos que han podido quedarse escondidos y una porción de mujeres honradas y niños que, anegadas en lágrimas de las confinaciones de maridos y padres, y de las pérdidas que han experimentado en sus casas y bienes, daban gracias al Todopoderoso de la llegada de las tropas del rey a quien aclamaban con repetidas voces.

La sorpresa de Huici se deja traslucir en los siguientes párrafos. “Ha sido tan oportuna la aceleración de mis marchas sobre el enemigo, y la persecución de ayer tarde, que ha evitado en mucha parte las inicuas y horrorosas miras que tenía publicado por dos bandos el caudillo Belgrano. Sin embargo, como tenía tomadas sus disposiciones de antemano, ha extraído todas las facturas de efectos que existían pertenecientes al comercio de Buenos Aires, toda la plata labrada de la iglesia matriz y convento de San Francisco, tres custodias [piezas de oro que resguardan la hostia consagrada para adoración de los fieles] y porción de ganados y caballada de las estancias inmediatas que ha dejado escuetas”.

Los jujeños partieron el 23 de agosto, Belgrano y los funcionarios partieron el 24 de agosto a las tres de la mañana, este éxodo, según consta en el libro de actas del cabildo de Jujuy, comienza el 24 de agosto hasta el 22 de febrero de 1813, gracias a la victoria de las armas de la patria el 20 de febrero de 1813.

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By Diario Gral. Belgrano

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