Pocas veces como en este 20 de mayo se pudo escudriñar al desnudo la relatividad del poder de un presidente de la Nación.
En la entrevista, Bercovich le consultó a Martín Guzmán sobre la chance de aumentar las retenciones, para desanclar el precio internacional del local de insumos que la Argentina produce y hoy, como sus derivados, están a precios de escándalo.
La respuesta de Guzmán fue terminante: “No se van a aumentar los derechos de exportaciones, la decisión está tomada por el Presidente y cada funcionario debe respetar las decisiones del Presidente”. Y agregó: “Para poder darle continuidad a la recuperación económica, la Argentina necesita dólares. Si prohibimos las exportaciones o elevamos las retenciones no van a entrar más dólares”.
Estas declaraciones daban por sentado que Guzmán ya había discutido el tema con Fernández y que lo que llevó a la televisión fue la palabra del Presidente sin puntos ni comas agregadas.
Pero las declaraciones de esta mañana de Alberto Fernández, entrevistado por Ernesto Tenembaun, le ponen una sombra de duda a esa afirmación. Al referirse al aumento de los commodities por la aceleración inflacionaria de los primeros meses de 2022, originada por la guerra entre Rusia y Ucrania, señaló que “esto genera problemas en la Argentina. Además, se produce una riqueza inesperada. Y el instrumento con el que más fácilmente se desacoplan los precios internos del precio internacional son las retenciones“. Retenciones, dijo Alberto, como el instrumento adecuado. ¿Qué era lo que había conversado entonces Guzmán con el Presidente?
Minutos después, consultado sobre si buscaría el aumento de los derechos de exportación, Alberto dio una respuesta inconcebible: “Necesito que el Congreso entienda el problema y llegado el caso acompañe una decisión de esa naturaleza”, aunque “yo puedo mandar mañana un aumento de retenciones al Congreso, pero lo voy a perder, si tengo a toda la oposición haciendo un tractorazo”. Esta sensación de que no daría una pelea por miedo a perderla exasperó ánimos en la coalición oficialista. Desde sectores ligados al kirchnerismo concluyeron, en distintos medios y redes, en que “la pelea hay que darla, y si perdés, perdés. Pero si creés que es lo necesario para que la gente esté mejor, hay que hacerlo. Peleá, o dejale el lugar a quien se anime a hacerlo”.
En la misma nota, minutos después, fue él mismo quien hizo ostentación de la relatividad del poder presidencial. “Hablé con Luis Pagani”, el CEO de ARCOR, porque “quería pedirle el auxilio como actor que es de la economía para resolver este problema”, el aumento de precios. Otra vez los ánimos de la interna oficialista explotaron por un Presidente que, dicen, no se impone ante un CEO por los precios de los alimentos, sino que le pide “auxilio”.
Volviendo a los ministros, el de Agricultura, muy cercano a las patronales camperas, Julián Domínguez, apenas tres horas después de que Alberto planteó la necesidad de las retenciones, tuiteó. “Antes de presentar el Plan GanAr en Córdoba, hablé con @alferdez, @JuanManzurOK y @gabicerru. Desde que asumí, la preocupación del Presidente es el aumento de los alimentos para las y los argentinos. De ninguna manera se van aumentar las retenciones ni enviar un proyecto de ley”.
Julián Domínguez salió así casi inmediatamente a desautorizar al Presidente, y a confrontar su opinión, para calmar a la Mesa de Enlace, en lugar de prometerle al Presidente el apoyo necesario para que la medida que considera imprescindible para la baja de alimentos pueda debatirse en el Congreso.
Rápidamente la oposición empujó al gol la pelota que Domínguez y Guzmán le dejaron picando en el área. Los comentarios giraron en torno al destrato y la broma de mostrador.
El ex gobernador mendocino Alfredo Cornejo apuntó que “el Congreso no es el responsable de la pésima política económica Alberto Fernández, no puede ordenar su coalición de gobierno y busca culpar a la oposición. Los problemas se encaran con programas y coherencia, pero al Presidente ya no le creen ni los propios”.
Tras esas declaraciones, cuando aún no había pasado medio día de trabajo, Fernández sumaba la promesa ante los trabajadores de la UOCRA de “luchar contra los que suben los precios”, aunque horas antes asumiera que no podría usar el instrumento adecuado para no someterse a una derrota parlamentaria, y soportar un paisaje de tractores la vereda de la Casa Rosada. Promesas vanas de un amor.
Algunos detalles del buen acto que le armó el titular de la UOCRA, Germán Martínez, también dan cuenta de cierto desvanecimiento del pedacito de poder real que podía esgrimir. Al encuentro asistió un solo gobernador, el sanjuanino Sergio Uñac, muy celebrado por la dirigencia y los trabajadores presentes, pese al pedido desde días anteriores de que los principales hombres del Frente de Todos concurrieran al lugar para mostrar un apoyo contundente. Los demás mandatarios enviaron, apenas, emisarios.