¿Gritas para que te hagan caso o porque no te hacen caso? Suena parecido pero no es lo mismo, cuando “gritamos para que nos obedezcan” claramente mostramos nuestra limitación para gestionar nuestro enfado al mismo tiempo que nuestra incapacidad para comunicar de forma asertiva. Y si “gritamos porque no nos hacen caso”, renunciamos a nuestra autoridad y nos dejamos llevar por la frustración que sentimos.
Muchos padres combinan los dos, a veces gritan para conseguir algo, obediencia, por ejemplo, y otras porque no la obtienen, pero en cualquier caso no damos un buen ejemplo de autorregulación, justificamos la falta de respeto “si me hubieras hecho caso no te hubiera gritado” y de alguna manera enviamos un mensaje “mientras vivas en esta casa me debes obediencia” cuando si lo piensas bien, lo que en realidad deseamos es que nos respeten sin temernos.
¿Qué sucede cuando gritas para que te hagan caso?
Aprenden que hasta que no reciben un grito tienen tiempo para seguir haciendo lo que desean, si están acostumbrados a escuchar la misma pauta cinco veces, (1)“cariño, vete a la ducha que hoy has tenido entrenamiento”, (2) “vamos…venga… a la ducha”, (3) “¡he dicho que a la ducha!”, (4) “¿no me has oído?”, (5) “¿cuántas veces te lo tengo que decir?”.
No sé cómo lo habéis leído, pero sería algo así, la primera pauta la decimos con cariño y tono suave, luego se suprime la palabra cariño y cambiamos a un tono insistente, luego pasamos a un tono autoritario, luego sumamos enfado y la última pauta ya viene con grito para enfatizar mejor el mensaje. Conclusión a la que llegan, hasta que no me gritan tengo tiempo para seguir jugando.
El problema no es que el adulto se enfade porque, como hemos dicho, las propias emociones son legítimas y enfadarse de forma regulada es muy sano, pero como en general no sabemos estar enfadados, seguramente cualquier otra situación que suceda a continuación, la toleraremos peor, si de repente descubres que todavía no ha hecho la tarea o que se ha olvidado un libro en clase, será un extra que aumenta malestar.
Conviene recordar que lo que realmente tiene que aprender el niño es a gestionar la frustración ante el deseo de seguir jugando y que se verá interrumpido al tener que ir a la ducha.
Cuando gritamos para que nos hagan caso, también aprenden que está permitido hablar gritando en lugar de practicar una comunicación asertiva y respetuosa, por todo ello, mi propuesta es marcarnos como objetivo aprender estrategias de autorregulación emocional para que educar a tus hijos no sea “misión imposible, sino una posible misión de mejorarte como persona para ser un referente emocional del que puedan aprender por imitación”,
¿Qué sucede cuando gritas porque no te hacen caso?
Tristemente aprenden que las relaciones son jerárquicas y que el que está arriba puede hacer uso de su fuerza para callar al de abajo, algo que puede que también haga con su hermano pequeño ya que cuando estamos enfadados parece que el más fuerte de los dos puede gritar. Cuando esto se repite muchas veces hasta el punto de ser lo habitual, aprenden a normalizar la falta de autocontrol.
Con el tiempo se convierte en autoritarismo y perdemos la capacidad de influir positivamente en ellos. Cuando para ser escuchados recurrimos a acciones violentas en lugar de practicar las competencias emocionales, perdemos la oportunidad de mostrar que realmente la violencia no es una opción porque cuando tenemos la opción de rechazarla, así lo hacemos.
Para que te escuchen, ¿qué hacer?
- Llámalos por su nombre, asegúrate que te ha escuchado y pide un compromiso verbal, “a las ocho termino de ver la tele y me pongo con las tareas”.
- Aunque se haya comprometido, no des por hecho que igual que tiene buena intención también tiene buena voluntad, aquí tenemos que ayudarles, no le digas “te has comprometido y no estás cumpliendo”, más bien, ayúdales a cumplir su palabra “vengo a facilitar que te pongas a estudiar…”.
- Si te piden más tiempo pero consideras que no hay margen para ser flexible con el tiempo, habla de ti “yo no quiero que sigas viendo tele, quiero que aproveches bien el tiempo de estudio…”.
- Exprésale lo que es importante para ti, “veo que estás muy a gusto jugando, quiero decirte algo importante, quiero que me escuches por favor…”.
- No le desees un mal futuro “si sigues así no sé qué será de ti”, más bien, piensa bien de él, “voy a apagar la tele para que te pongas a estudiar…“ (el futuro ni se nombra).