1 de octubre de 1813: 208 ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE VILCAPUGIO
Después de la batalla de Salta, la reorganización del ejército, la reparación del material y la incorporación de nuevos reclutas para cubrir las bajas producidas demoraron a Belgrano en Salta casi dos meses. Concluidos los preparativos, avanzó hasta Jujuy, en dirección a Potosí, que fue ocupada en los primeros días de mayo. Al entrar a la ciudad, las calles estaban adornadas con arcos triunfales y una muchedumbre aclamó a los soldados del ejército patriota.
Potosí fue una de las ciudades del Alto Perú menos accesible al espíritu de la revolución. Era un centro minero de gran importancia y asiento de un Banco de Rescates o Casa de Moneda, prevalecía en ella una aristocracia de terratenientes, explotadores del mineral de plata, y de funcionarios reales, veedores, ensayadores y demás categorías del rubro bancario y minero, ligada a los intereses metropolitanos.
Con la llegada del ejército patriota se había producido un cambio de opinión, debido a múltiples causas: difusión de las ideas separatistas que eran apoyadas por esa aristocracia, el odio que inspiraban los chapetones, impotencia probable de España para recobrar su imperio colonial, política de capitulación y también debido al temor que inspiraban los soldados del ejército patriota.
Belgrano se esforzó en borrar la pésima impresión que había causado el ejército patriota cuando había entrado en el Alto Perú al mando de Castelli en 1810, por los excesos cometidos en esa oportunidad. Para ello controló con mano firme la disciplina militar. Un bando militar que se publicó en el ejército disponía en uno de sus artículos: “Se respetarán los usos, costumbres y aun preocupaciones de los pueblos; el que se burlares de ellos, con acciones, palabras y aun con gestos será pasado por las armas”. Antes de llegar el general Belgrano, el bando y sus efectos le precedían, para lograr el apoyo de la población al ejército patriota.
Se preocupó también de remontar sus efectivos; y por ello le ordenó al coronel Zelaya que fuera a Cochabamba, con orden de formar allí un nuevo regimiento de caballería.
Entretanto el general Pezuela, que había reemplazado a Goyeneche, reorganizaba en Oruro el ejército realista y reforzaba su armamento con 10 piezas de artillería que le remitió el virrey del Perú. El 7 de agosto se hallaba en Ancacato, 23 leguas al norte de Potosí, con una fuerza de 4.000 hombres y 18 piezas de artillería.
Belgrano contaba con el apoyo de la población indígena, que acababa de asegurarse en una entrevista con el cacique Cumbia. El plan de Belgrano consistía en atacar al ejército realista: por el frente, con el grueso de su ejército; y por el flanco izquierdo, con un cuerpo de caballería, organizado en Cochabamba por el coronel Zelaya; mientras el caudillo Baltasar Cárdenas promovía una vasta insurrección de las indiadas a su retaguardia.
El 5 de septiembre partió de Potosí al frente de su ejército, con un efectivo de 3.500 hombres y 14 piezas de artillería. El enemigo permanecía concentrado en Condo, cuatro leguas al oeste. Belgrano proseguía su marcha en dirección al lugar denominado Lagunillas. El 27 todo el ejército se hallaba en la pampa de Vilcapugio.
El destacamento de observación puesto por Pezuela en Pequereque, bajo las órdenes del coronel Castro, para vigilar el camino de Oruro, chocó de pronto con la indiada de Cárdenas, que fue fácilmente dispersada. Cayeron en poder de Castro los papeles del vencido y, con ellos, varias cartas de Belgrano en que se detallaba el plan.
Advertido así Pezuela del peligro en que se hallaba, tomó una resolución audaz, anticipándose al movimiento del enemigo y, dirigiéndose a su encuentro, lo atacó en Vilcapugio el 1 de octubre de 1813. El centro y la izquierda de la línea realista fueron destrozados, pero la derecha resistió bravamente bajo las órdenes de los coroneles Picoaga y Olañeta.
Dispuso entonces el mayor general del ejército patriota que el regimiento primero de Patricios que, bajo las órdenes del coronel Perdriel, se hallaba de reserva, corriese en auxilio del ala izquierda y atacase a la bayoneta. La falta de resolución de ese jefe malogró la maniobra; y el regimiento primero de Patricios, envuelto en la dispersión, cedió al pánico, desbandándose.
A las once y media de la mañana Pezuela consideraba perdida la batalla. Sin embargo la casualidad le depararía la victoria. Si bien él no tenía un plan de operaciones y Belgrano tenía un plan concertado e inteligentemente puesto en obra, las heroicas muertes del coronel Álvarez, del mayor Beldón y del capitán Villegas, dejaron su izquierda sin jefes de autoridad en el momento crítico del combate.
Ante la dispersión inevitable de su ejército, Belgrano evidenció su arrojo y serenidad. Desmontó en uno de los cerros situados a retaguardia, en el campo de batalla; tomó en sus manos una bandera, reunió una parte de los dispersos y comenzó a tocar llamada. A los pocos momentos contaba en derredor suyo 200 hombres y una pieza de artillería.
Belgrano se mantuvo en esa eminencia por espacio de tres horas, en la esperanza de que un refuerzo del ala derecha ya dispersa, o quizás el arribo del coronel Zelaya con la caballería de Cochabamba, le permitiesen restablecer el combate. El enemigo, dos veces rechazado en sus asaltos, se hallaba al pie de la cuesta ya prudente distancia, sin atreverse a atacarlos nuevamente. Esperaba refuerzos para intentar el desalojo de aquel reducido grupo de vencidos.
A las dos de la tarde, rodeado de 500 hombres y convencido de la inutilidad de la espera, Belgrano dispuso que el mayor general Díaz Vélez se dirigiese a Potosí, para reunir allí los dispersos que iban en esa dirección; mientras él se dirigía a Cochabamba, buscando la incorporación de Zelaya. Era su propósito amenazar la retaguardia del enemigo. Arengó con estas palabras a sus soldados en el momento de ponerse en marcha:
“Soldados: Con que al fin hemos perdido después de haber peleado tanto?, la victoria nos ha engañado para pasar a otras manos, pero en las nuestras aún flamea la bandera de la Patria”.
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1 de octubre de 1813: Parte oficial de la batalla de Vilcapugio, enviado al Gobierno por Belgrano.
“Exmo Señor. Las armas de la Patria que están á mi mando han sufrido hoy en la Pampa de Vilcapugio un contraste: la ala derecha del Ejército cantaba la victoria, cuando infelizmente fue malamente herido el Coronel Dn. Benito Alvarez, Comandante del N° 8, que formaba la izquierda, y muerto su Sargento Mayor, Dn. Patricio Beldon, y fue lo bastante para que cediendo al fuego enemigo se arrollase y envolviese al Cuerpo de reserva que mandé á auxiliarlo, con lo que fue ya preciso que el Ejército se replegase á un Cerro en que apoyaba su derecha, dejando en el Campo las catorce piezas de artillería que llevó, unas por haberse inutilizado, y otras que por su peso fue imposible salvar.
Empezó la acción á las seis y media de la mañana, y concluyó á la una y tres cuartos de la tarde, en que me fue preciso retirarme en atención al poco número de gente con que había quedado, para reunir toda la dispersa en un punto que crea mas aparente para observar los movimientos del enemigo y seguirlos según mejor conviniese á la seguridad de estas Provincias que espero no se perderá.
Para la reunión de la gente salio el Mayr. Gral, y sé que ha pasado por este punto con un número crecido: al Coronel Dn. Miguel Araoz lo envié por el camino de Tola- palca y espero que haya conseguido reunir un gran numero: esta dispersión no es de estrañar; por que teníamos mucha gente nueva.
No puedo dar á V. E. una noticia exacta del Ejército hasta que se me reúna todo: han muerto algunos Oficiales y tropa; p°. del enemigo ha sido horrorosa la carnicería que los Cazadores, n° 6, y Caballería ha hecho, sin que esto sea exageración de las que se acostumbran en los partes de las acciones de guerra, y que es contraria á mi modo de pensar.
Entre los muertos del enemigo se cuenta un Brigadier, dos Coroneles, algún Tent. Coronel – y otros oficiales, y también tengo unos cuantos prisioneros de estos, y de la tropa: luego que me halle con algunos, menos atenciones de las que tengo circunstanciaré la acción, y sus incidentes con la franqueza y verdad que acostumbro.
Según creo, y por que también he visto el Ejército enemigo está derrotado á pesar de haber quedado el Campo por suyo, y tomado la piezas que he referido; por sea lo que fuere á palmos adelantará sus pasos, mediante; Dios; púes con las Divisiones de Cochabamba y Chayanta, y el Exto que mando espero que sufra su destrucción total.
Dios guarde á V. E; muchos años.
Toro á 3 leguas de Vilcapugio al E.
1° de Octubre de 1813 á las 9 de la noche.
Manuel Belgrano.
E. S. P. Ejecutivo.
Sr. Dr. F. A. Chiclana.”
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1 de octubre de 1819: Belgrano gravemente enfermo, en viaje a Tucumán, llega a Santiago del Estero, tierra de su familia materna; tras haber dejado el mando del Ejército en Córdoba. Desde allí escribe al Director Supremo:
“SEÑOR:
He llegado a este punto y sigo mi marcha para ponerme en cura formal; la enfermedad se agrava, manifestándose en la fatiga que me aqueja y en la hinchazón de piernas y pies.
Dios guarde a V.A. muchos años. Santiago, 1° de Octubre de
1819.
Señor
ML BELGRANO”
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Octubre de 1823: últimos datos de Juana Manuela Torino una de las “espías de Belgrano”
Juana Manuela Torino de Viana y Sánchez Zambrano nació alrededor del año 1755 en la Ciudad de Salta, hija de Manuel Torino de Viana y Loza y de Ángela Sánchez Zambrano.En 1768, muy joven aún, casó con el jujeño José Manuel de Acevedo y González, oidor del cabildo de Salta.
Después de enviudar, Juana Manuela Torino contrajo nuevas nupcias con el comerciante español Mateo Gómez Zorrilla.
Su marido era uno de los principales comerciantes y vecinos de la ciudad, ligado al comercio con la capital del Virreinato del Río de la Plata. En 1806 fue elegido Diputado en Salta del Consulado de Buenos Aires.
Gómez Zorrilla se desempeñaba como Alcalde del Cabildo de Salta al llegar a la ciudad de Salta las noticias del estallido de la Revolución de Mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires y de la formación de la Primera Junta de gobierno.
Como tal, Gómez Zorrilla integró el cabildo del 19 de junio que resolvió la adhesión de la Intendencia de Salta a la Primera Junta y su posición a favor de la causa le valió incluso ser puesto en prisión por orden del gobernador intendente Nicolás Severo de Isasmendi, siendo liberado a la llegada de Feliciano Antonio Chiclana, auditor del Ejército Auxiliar del Perú y nuevo gobernador intendente de Salta.
Juana Manuela Torino, al igual que su hijo Manuel Antonio Acevedo, adhirió fervientemente a la causa patriota. Por su parte, su esposo que había adherido inicialmente al movimiento cambió radicalmente su posición. En ocasión de recibir en 1812 una carta de su hijo en la que defendía los ideales independentistas, Mateo Gómez Zorrilla se expresó en viva voz contra la causa. Su pequeño hijo Prudencio José lo oyó y dio mueras al comandante realista José Manuel Goyeneche y vivó a su patria. El padre lo llamó entonces “patriota” con el ánimo de insultarlo, a lo que su hijo respondió «si lo soy, y mi señora madre también lo es y usted no nos lo podrá quitar».
Tras derrotar a Belgrano en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma el general realista Joaquín de la Pezuela ocupó la ciudad de Salta. Numerosas mujeres salteñas de todos los rangos sociales constituyeron una eficaz red de espionaje al servicio de la resistencia patriota. El mismo Pezuela informaría al virrey del Perú en una comunicación interceptada por los patriotas que “Los gauchos nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de éste Ejército.”
Vivía aún en octubre de 1823, cuando su hijo Prudencio José Zorrilla partió de Salta para ejercer el derecho en la ciudad de Buenos Aires. En Buenos Aires el doctor Prudencio José Zorrilla ejerció con éxito la carrera de derecho abocado a conocidas causas criminales. Allí, en abril de 1842 fue degollado por la Mazorca, Su hijo Prudencio recordaría que su casa «era de continuo una academia de político-literatos, tales como puede presentarlos Salta, compuesta de doctores, teólogos, algunos clérigos y frailes».
Su primer hijo, Manuel Antonio Acevedo, sería diputado por la provincia de Catamarca al Congreso de Tucumán en 1816. Allí sería quien propondría en la sesión del 12 de julio el nombramiento de un monarca descendiente de Incas. Fue presidente del congreso tras su traslado a Buenos Aires, secretario de la Sala de Representantes de esa provincia, autor de la Constitución catamarqueña de 1823 y constituyente en 1824.
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1 de octubre de 1892: el Correo Arrgentino emite una serie de sellos con distinto valor, con la efigie de Belgrano.

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1 de octubre de 1935: el Correo Argentino, emite una estampilla con la efigie de Belgrano.

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Fuente: “Asociación Belgraniana de Morón – 2021 – 25 aniversario”

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