La celebración del “Día de la Tradición”, cada 10 de noviembre, fue instaurada en homenaje al natalicio del escritor José Hernández, autor del notable poema “Martín Fierro”.

Esta fecha se hizo oficial en 1939, cuando el Congreso aprobó la Ley Nº 4756, sin embargo, fue más tarde con la Ley Nacional N.° 21.154 de 1975, cuando ya de forma definitiva se consagró aquella fecha conmemorativa para todo el territorio argentino.

Se sabe que la palabra “tradición” deriva del latín “traditio” y del verbo “tradere”, con el significado de “transmitir o entregar”. Así, llegó al español como aquello que “pasa de una generación a otra”; ese legado que continúa hasta el presente, siempre en permanente construcción y forjando determinada identidad cultural.

Es importante para los pueblos tener una clara conciencia de sus valores tradicionales. Conocer la razón del nombre de sus ciudades; de la toponimia de sus lugares; del sentido de sus artesanía; del origen de sus canciones, sus danzas y sus dichos; de la fuente de sus costumbres familiares e instituciones; del contenido de sus fiestas y de la vocación y sentido de sus leyes. Cuando un pueblo vive en la intimidad de aquellas realidades mantiene la unidad y el decoro, lucha por su ser espiritual e histórico; defiende con los medios a su alcance la independencia y se esfuerza por hacerla más completa.

Nuestros padres de la independencia nos quisieron como pueblo protagonista en el conjunto de los pueblos, nuestros ejércitos cruzaron montañas y territorios inmensos con una vocación de libertad, nuestros próceres se llamaban americanos y Sáenz Peña pudo decir que “América era para la humanidad”.

Nos enorgullecemos de esa actitud universal que constituye un rasgo valioso de nuestro carácter nacional. Es por todo ello que manifestaciones como la que estamos celebrando corresponden exactamente a las mejores preocupaciones del interés nacional.

El culto de la tradición es propio de pueblos fuertes y dotados de una vigorosa conciencia nacional.

No se trata, por cierto, de una tendencia regresiva, que enamorada del pasado pierde la visión del inteligente esfuerzo necesario para afrontar el futuro; se trata de extraer del pasado las mejores esencias, los mejores colores, para hacer pie en ellos como sustento de la Argentina que será.

El culto de la tradición es así un poderoso elemento de unidad nacional, de esa unidad esencial libre y pluralista como la nuestra, pero que debemos procurar afianzar hoy más que nunca para que las convulsiones que agitan el mundo contemporáneo no nos hieran también a nosotros.

Es así como la Revolución de Mayo y el Congreso de Tucumán afirmaron los valores sociales que recogieron y construyeron la independencia argentina sin violencia para un pasado querido y prestigioso que nos había dado religión, lengua, costumbres familiares, instituciones políticas y presencia en el mundo de la cultura y de la comunidad de las naciones. Evoquemos la memoria de
todos los compatriotas que a través de los años mantuvieron firmes la tradición en la dura epopeya del progreso, muchas veces héroes anónimos que vivieron y murieron sin otra ilusión que el servicio de la Patria, con sus manos, su voluntad, su corazón y su inteligencia. La tradición nos une así con los que nos precedieron y nos proyectaron hacia el futuro. El hoy y el mañana se enlazan en la voluntad de afirmación y de desarrollo. Tomemos como costumbre honrar los valores Belgranianos que proclama nuestra institución porque servir a la tradición es servir a la Patria.

Brikman, Héctor I.-
Profesor de Lengua y Lit.
Vocal de C.D. de Asoc. Belgraniana de Goya

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