Después de un tiempo entendí que guardar rencor no sirve de nada.
También me di cuenta que al retenerlo, jamás iba a poder soltar esa mochila tan pesada del pasado.
Y fue ahí cuando terminé perdonando a quién nunca no me pidió perdón.
Y no lo hice por esa persona.
Lo hice por mi.
Fue uno de los actos de amor propio más grande que hice.
Y quizás suene un poco raro.
Incluso confuso.
Pero fue algo que me salvó.
Me hizo sentir buen conmigo mismo.
Generó paz en mi interior.
Y algunas cosas mejoraron.
Eso me ayudó a seguir.
Perdone porque de nada valía seguir aferrado a heridas.
Dejé el rencor de lado porque de nada valía recordar solo lo malo.
Quedaron algunas heridas.
Quedó un poco de dolor.
Pero ya está pasando.
Hoy me siento mejor. Hoy me siento bien y todo es gracias a que perdoné.