Días después del 2 de abril de 1982, el embajador británico en Chile, John Heath, inició conversaciones para arribar a “entendimientos” con los chilenos y lograr su apoyo en el conflicto. Inicialmente intervino su fuerza aérea, cuyo comandante en jefe y miembro de la Junta Militar, general Fernando Matthei, recibió en Santiago al capitán de la Real Fuerza Aérea (RAF) David L. Edwards -jefe de Inteligencia en el cuartel de la RAF en High Wycombe (Gran Bretaña)- quien le entregó una carta de su comandante en jefe, Sir David Great, en la cual solicitaba apoyo. Matthei informó al entonces presidente, general Augusto Pinochet, quien prestó su consentimiento, pues vieron una gran oportunidad para reforzar su fuerza aérea, contribuir a la victoria británica y posicionarse mejor en el diferendo del Canal de Beagle. Según Matthei: “A nosotros no nos convenía que los argentinos les pegaran a los ingleses, porque entonces (ya lo había dicho Galtieri) seríamos los siguientes. Recién estábamos digiriendo el discurso de la Plaza de Mayo, en el cual rugiendo había manifestado que Malvinas sería solo el comienzo. Parecía Mussolini. Nos preocupó que después de las islas apuntaran hacia acá”.

Mientras el acuerdo se instrumentaba, el secretario británico de Asuntos Exteriores, Francis Pym, y la señora Thatcher expresaron: ”Los británicos no satisfacemos a dictadores (…) La Argentina sistemáticamente desprecia los Derechos Humanos. Somos los británicos quienes sostenemos la democracia”. Es difícil aceptar que ambos desconocieran que en Chile, al igual que en nuestro país, gobernaba una dictadura acusada de graves violaciones a los Derechos Humanos. En abril de 1982, Sergio Onofre Jarpa, embajador de Chile en nuestro país, declaró: “En lo que se refiere a Chile, la Argentina tiene las espaldas cubiertas”. Por su parte, Pinochet dijo: “Teníamos que estar atentos para preservar nuestra neutralidad (Camino recorrido, tomo 3, volumen 1, pág. 87) ¿Neutralidad? Veamos.

Bajo los términos del pacto, Gran Bretaña obtuvo:

-El uso de la base aérea de Punta Arenas, para los aviones y acciones de inteligencia y espionaje de la RAF, que utilizó en sus máquinas el emblema y de la Fuerza Aérea chilena (FACH). También autorizó a las fuerzas especiales británicas (Special Air ServiceSAS y SpecialBoatServiceSBS), a operar en su territorio.

-Intercambio de información e inteligencia, incluyendo el monitoreo y descriptado de códigos y señales argentinos, que les proporcionó la Armada chilena.

Por su parte, Chile obtuvo:

Cómo fue el pacto secreto entre el Reino Unido y Chile

Seis bombarderos de gran altura Camberra, usados en operaciones secretas durante el conflicto. Un escuadrón de caza -bombardero Hawker. Parte del armamento argentino que quedó en Malvinas y el crucero Glamorgan (averiado).

-La derogación de las restricciones británicas a venta de armas a Chile, la provisión de uranio enriquecido y la oferta de un reactor nuclear inglés tipoMagnox.

-El apoyo político y diplomático para neutralizar las investigaciones realizadas por las Naciones Unidas (ONU) con relación a la violación de los Derechos Humanos por parte del régimen dictatorial chileno.

Interferencias

Chile realizó una extensa campaña de acción psicológica valiéndose de emisiones propias de la “guerra electrónica”, y no obvió comentarios adversos a nuestra recuperación de las islas, calificándola de “reivindicaciones territoriales” en desmedro de intereses chilenos. Nuestras comunicaciones en Malvinas eran interferidas permanentemente por anónimos corresponsales chilenos-soy testigo  de ello- que proferían insultos y comentarios hirientes hacia nuestras tropas. También desplegó efectivos militares en la zona limítrofe con nuestra Patagonia, para obligar a distraer fuerzas propias: “La flota de guerra chilena zarpó, en abril de 1982, del puerto de Valparaíso con rumbo al sur, operando con estricto silencio de radio, en un esfuerzo por obligar a los argentinos a distraer recursos militares de las islas“ (Clarín,23 de mayo de 2002). Los aviones espías británicos, con el logotipo de la fuerza aérea chilena (FACH), operaban con pilotos de la RAF, pero, a veces, según algunas fuentes- con observadores de la FACH a bordo.

 Informaciones británicas publicadas durante el conflicto, ratifican lo expresado: “El gobierno chileno hace la vista gorda a algunas actividades británicas en el Atlántico Sur- según informa Raúl Sohr- en el semanario de la izquierda del laborismo británico The New Statesman , citando fuentes bien informadas de Santiago. Aseguran que  Chile está preparado para convertirse en un aliado del Reino Unido en América Latina, y su presidente, Augusto Pinochet, está preparado para echar una mano en la lucha contra la Junta Militar argentina. Estas fuentes han indicado que el gobierno chileno está permitiendo a los británicos utilizar su territorio para operaciones militares” (El País, Madrid, 3 de junio de 1982). El 29 de mayo de 1982, en la convocatoria de nuestro país al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en Washington, Chile votó por la abstención junto con Estados Unidos, Colombia y Trinidad-Tobago.

Pero, sin duda, la revelación más contundente sobre el apoyo chileno a Gran Bretaña surgió públicamente el 9 de octubre de 1999, en oportunidad de la conferencia anual del Partido Conservador británico, cuando la llamada “Dama de Hierro”, Margaret Thatcher, entre otros conceptos, expresó: “Chile es nuestro más viejo amigo en Sudamérica, desde que el almirante Cochrane ayudó a liberar a Chile del opresivo dominio español (…) El presidente Pinochet fue un incondicional del Reino Unido cuando la Argentina invadió las Falkland (sic) y nos brindó valiosa asistencia (…) Él y el general Matthei, entregaron oportunas alertas de inminentes ataques aéreos argentinos que permitieron a la flota británica tomar acciones defensivas”. Con anterioridad, en 1984, un inglés, George Foulkes, vocero para Asuntos Latinoamericanos, con relación a la ex Primera Ministra había expresado: “Su hipocresía es increíble; se niega a negociar con un gobierno democrático en la Argentina, pero está dispuesta a realizar negocios con la dictadura chilena”.Matthei nunca negó lo expresado.

 Es curioso: “Que los sucesivos gobiernos que la Argentina tuvo desde entonces echaron en la bolsa del secreto todas esa pruebas, con la excusa de no producir deterioro en la relación con el vecino” (Clarín, art. cit.)

Aprecio que nada debilitará el sentimiento de amistad y de hermandad con el pueblo chileno, que jamás se vio afectado por las decisiones tomadas por la dictadura de Pinochet. Se consolidan con la verdad histórica expresada con sinceridad y respeto.

 

*Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas. Ex Embajador en Colombia y Costa Rica.

Fuente: Perfil

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